jueves, 5 de febrero de 2015

Caciquismo extremeño

Ocurrió no hace muchos días en un pueblecito de la provincia de Cáceres. Un anciano de 82 años, infartado ya en dos ocasiones, acudió a su médico de cabecera. Llevaba varios meses con un catarro que no se le quitaba y últimamente escupía sangre.
Su médico, nada más auscultarle, le extendió un volante con carácter de urgencia para que acudiera al día siguiente al hospital de capital, con el fin de que le hicieran un radiografía de tórax.
Y le envió de forma urgente, a pesar de que el paciente tenía cita para hacerse en un plazo de dos semanas, como le recordó el hombre.
Así es que, al día siguiente,el anciano se trasladó a Cáceres capital desde el pueblo en el que reside, distante casi 50 kilómetros.
Ya en el hospital, cuando le llegó su turno, el paciente enseñó al radiólogo el volante firmado por su médico de cabecera para que le hicieran la citada placa.
El radiólogo, delante de otros pacientes que esperaban su turno en la sala, le dijo al hombre que su cita era para dentro de 15 días.
El hombre le contestó que sí le habían dado anteriormente cita para esa fecha, pero que después su médico de cabecera le había dado el día anterior una nueva cita con carácter de urgencia, tal y como, además, aparecía claramente en el volante que le mostraban las temblorosas manos del paciente. Añadió que por eso se había presentado ese día para hacerse la radiografía tras un viaje de casi 50 kilómetros.
El radiólogo, enfurecido sin que se sepa por qué y si atender ni al volante ni a razones tan obvias, le espetó al anciano a gritos y delante de todos los demás: "Pues ahora, por no venir cuando tienes que venir, te vas a quedar ahí sentado, esperando hasta que pasen todos los demás".
Y así tuvo que hacerlo el pobre hombre, tras una regañina a la que los demás pacientes asistieron estupefactos y sin dar crédito a lo que veían y oían.
Hora y pico más tarde, después deque pasaron más de una veintena de pacientes que llegaron después que él, el anciano fue al fin atendido por el aludido radiólogo.
De no haber ocurrido esto hacia finales de mayo de 2014, cualquiera que haya leído hasta aquí podría situar esta escena, como muy tarde, hacia principios del siglo XIX.
Pero ocurrió hace pocos días en esa dulce y maravillosa tierra extremeña, en la que, no obstante, sus habitantes no acaban de quitarse de encima esas alforjas tan cargadas de resignación que traen desde hace siglos.
Una resignación,una paciencia y un aguante que hacen posible la perpetuación de unos individuos que serían fulminantemente inhabilitados para ciertos cargos en cualquier otra región de España.

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